Mi suegra -palabra antipática si las hay- ya no está más en este mundo. Pronto hará siete años de su
inesperada muerte, y como yo la recuerdo y la quiero, y considero que fue una mujer extraordinaria,
es que la mañana de su entierro preparé este escrito que he guardado. Curioso, en un país en donde esa relación es tomada en broma, yo me lo tomé en serio. Comparto las palabras para una mujer maravillosa, que entre otras cosas me dio nada más ni nada menos que su hijo mayor, con quien comparto los días.
ANDAR ANDANDO
Alguna vez me iba a imaginar contestar
“andando” cuando me preguntaran ¿cómo estás? No.
Tampoco podía pensar que era correcta la
perífrasis de “andar andando” para expresar que uno estaba
caminando, paseando, dando vueltas por ahí... Y es que esas sencillas palabras las aprendí
de ella. Marta, mi suegra. Y eso la caracterizaba para mi. El hecho de andar.
De ella aprendí que uno anda y debe andar siempre, sin descanso, y levantarse
aún cuando no se tienen ganas, y servir al otro, y sonreír con el alma y trabajar, y dar, dar siempre, brindarse por
entero. La voy a extrañar en Síquiman,
porque era quien comenzaba los asaditos,
quien reunía con su abrazo a un montón
de gente de todos los colores y edades, que se llegaba a compartir esos
domingos, y ella “andando”, con el mate primero, el asado después, mas tarde de
nuevo el mate... Me va a faltar también
alguien que diga “ni calvo ni tres pelucas” o ¡es un día de Gloria! Porque todas esas cosas, junto con el amor por el jardín, la felicidad
de compartir una mesa, las empanaditas cordobesas dulces, los siempre arreglos
de flores, la mirada estética del artista puesta en todos los detalles, todo
eso seguro, me va a faltar. Y voy a
extrañar además lo que Marta me enseñó con su ejemplo : a amar inconmensurablemente,
a respetar la decisión del otro, a apoyar a sea quien fuere en sus proyectos,
sin críticas, sin reproches.
Le tengo que decir gracias, Marta, por todo lo que
me dio, -empezando por el Pepe- porque fui muy feliz haciéndola abuela y
contándole cosas pequeñas por teléfono, porque también fui feliz trabajando
duramente en esa casa que usted tanto quiso –La Quinta-, y porque todo lo que
aprendí de usted solo fue en pro de la vida, de la reunión, del amor y de la
paz. Muchas gracias y, para no perder mi vieja costumbre de niña bien educada y agradecida, le diré hoy “gracias
por todo”.
los picnics que tanto le gustaban, mis chicos, muy pequeños. |
Laura María Cámara 6 de noviembre 2005 en el día del entierro de su suegra, Marta.