Ahora habla el nieto.
Si, abuela,
ya sé. Hoy cobran los jubilados. Y sin aumento.
¡Ja! ¿te acordás? Yo, de mas o menos ocho años, en
penitencia, sentado en el pasillo, mirando la pared y las manos cruzadas en las rodillas sucias, completamente mudo. Y escuché el noticiero por la radio
:”hoy se le abonará a la clase pasiva, los apellidos que comiencen por…” Ahí
está –me dije sonriendo- ¡la abuela me va a comprar el auto celeste de la
juguetería! Y en cuanto salí de la penitencia
y le di un sonoro beso a mamá pidiéndole perdón por haberla hecho caer
al sacarle la silla en que se iba a sentar, y así desparramar en la mesa todos los fideos con
albóndigas del almuerzo. Cuando ella
me abrazó y se secó las lágrimas que rodaban por su cara enfilé corriendo para la
casa de la abuela, que vivía cerquita de la nuestra.
Lo recuerdo
ahora, que estoy re-jodido, que no tengo trabajo por más que
he enviado mil cartas y me he presentado en cien oficinas, es que
siento que no es un mundo para mi,
siento que a mí me gusta jugar, y me
gusta el mundo. Y me hacés falta ahora abuela.
Yo jamás le
conté a la vieja que la descompostura que te agarraste y por la que casi te
tiene que internar es porque vos te morías de ganas de comer un choripán en el
parque, y me invitaste, haciéndome tu cómplice, y después te regalé la risa
cuando subimos al gusano loco y te
despeinaste con el viento, recuerdo cómo nos divertimos y cómo nos reímos los
dos, pobre… después te tuviste que aguantar parada mientras yo me hacía el campeón en los “autos
chocadores” hasta que te cansaste y te sentaste muy enojada, pensar que yo estaba feliz, por fin!!! Me
hartaba de maniobrar mi propio autito, de andar rápido de frente y de chocar,
girarlo, otra vez doblar y buscar con mis ojos tu mirada y tu saludo, abuela.
Al salir del parque fue cuando nos comimos el desgraciado choripán, yo pedí uno con mayonesa, mostaza y kétchup y
no me hizo nada… pero a vos sí.
Ahora, desde
donde estés yo sé que vos pensás en mi y también sabés que con este cuerpo grande que tengo, no he dejado de ser un poco un niño. Y ahora que
mi vida por ahí me pesa te quiero y pienso en vos y en la falta que me hacés.
¡ Mierda con esta vida de jóven sin laburo! me digo y me repito, y se me viene tu cara dulce que dice suavemente como esos abrazos que me faltan : -
“Y bué, ya va a mejorar, siempre que llovió…paró”-
Repito tus palabras esperanzadoras, me tiro en la cama y poco a poco, un cachito más
tranquilo... me voy a dormir.
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