Recuerdo que en una de las etapas de la vida que transito, fui ama de casa. ¿qué quiere decir esto? Que sólo desempeñé el trabajo doméstico de manera regular y mi trabajo estaba en casa, lo recuerdo y digo ¡que lindo momento! Cocinaba, hacía las compras yo misma, tendía las camas de mis hijos y limpiaba nuestra casa. Vale decir que soy muy mala ama de casa, pues soy una persona desordenada e improlija, artista, caótica, creativa y que se las arreglaba como podía en ese momento. Pero nadie en la familia se quejaba, comían comida rica y encontraban ordenado cada cual su pequeño mundo.
Por aquellos días, mis jornadas siempre se acompañaban de la radio, y había una emisora que me encantaba por más que ya para entonces había renunciado a la religión. La emisora en cuestión se llamaba (existe en la actualidad) Radio María, y su conductora -a todos nos da mucha risa la asociación- se llamaba Gabriela Lasanta. Un buen día mientras trabajaba en la cocina, de esto hace varios años, murió Eladia Blazquez, que es una compositora extraordinaria, autora de canciones fabulosas inspiradoras para nuestra vida cotidiana de gente común, Eladia nos regaló "yo quise ser un barrilete", " Honrar la Vida" y otras bellezas, Gabriela la despidió en la radio con un fuerte" "¡¡¡Chau Eladia!!!!" y toda la mañana mi casa se pobló de canciones que Eladia había compuesto, con su genio y extraordinario potencial artístico.
Hoy, un día en el que tengo ya cincuenta y siete años, sigo siendo improlija y pésima limpiadora, mi hogar se ordena porque todos ordenamos cada uno sus cosas, y los chicos ya han crecido y limpian también, sin embargo, para bendición de todos hoy tengo un trabajo maravilloso, en el que estoy al menos unas ocho horas fuera, y estar fuera es que todos estén en paz, no hay radio, ni la tele prendida todo el día, la cocina está ordenada y las compras hechas, la Patrona no almuerza aqui, por lo tanto... y bueno... se cocinan algo y ¡santas pascuas!, pero... ¿qué diablos tenía que ver todo este relato con el título del artículo?
No se ría el lector, usted ha caído en el blog de la Patrona, y la patrona -ya lo mencionó antes-¡Es desordenada! y su inconsciente está lleno de huecos y recovecos, y escribe y trae, y saca y pone, como quien cocina un verdadero puchero (¡qué rico en este invierno!) La patrona eligió hoy recordar a una escritora querida que murió el viernes, y no le adiós dice de cualquier manera, ¡no! Se lo dice como se lo dijo también un día Gabriela Lasanta a la genia de Eladia Blazquez ¡Chau Poldy!
Poldy Bird tenía setenta y seis años, y se murió. Hubiera pasado como una necrológica más, sino hubiera sido que fue la escritora triste de los años setenta, la señora que escribía cuentos tristes, que perdió a su mamá de muy chiquita y quien se hizo muy amiga de la señora melancolía, abriéndole su casa a lo largo de su vida y permitiéndole entrar muy tranquilamente.
Yo la quería mucho, por más que no era considerada una "gran" escritora, Poldy me había tocado en la fibra íntima y me gustaban sus cuentos tristes, la seguí siempre, desde la revista Vosotras que leía con fruición en la peluquería mientras acompañaba a la Gorda a hacerse los ruleros. Acompañar a mi madre era un pretexto para ir acercándome al mundo de las mujeres, de la sexualidad, de los secretos bien guardados, de la estética femenina, y de la literatura escrita por mujeres, ya que en las revistas se publicaban muy buenos artículos. Aprendí a no llorar al leer y a leer el cuento por el cuento mismo, aprendí a amar a los personajes, a adorar las locaciones de los cuentos, a entender el amor entre las personas, de muy chica, como buena curiosa que soy. Como niña que era. amé también a Verónica y me desgarró saber que un día, también muy joven tuvo un ACV que le quitó la vida, y la arrancó de su madre. Un dolor gigante entre muchos, muchos dolores que tuvo la escritora en su vida.
Poldy también es muy querida por José, mi marido y por mi, porque uno de sus cuentos es "La casa donde me llamaban Poldita", un precioso relato sobre la casa de su abuela y de todo lo que su abuela inglesa le había enseñado. Cada vez que leemos ese cuento los dos lloramos, recordando nuestras propias abuelas, nuestras propias visitas a las casas de nuestras abuelas, todas comidas que nos hacían las abuelas, sus casas grandotas, las casas en que hemos vivido y que ya no están y todas las caricias que ya nunca más recibiremos. ¡qué tontos, siempre terminamos llorando, pero nos damos cuenta también de cómo disfrutamos los dos esos cuentos y esos recuerdos bellos!
Te recuerdo hoy Poldy, escritora de la infancia y de la adolescencia, escritora de Vosotras, escritora gordita y con la cara redonda, igualita que la de la Gorda, mi madre. Te recuerdo y te agradezco que hayas escrito tus cuentos hermosos y llorosos. Sin quererlo me has dejado un legado, el de escribir, el de escuchar y sentir felicidad en escuchar hermosas historias. Hoy te despido, sin tristeza, sólo con una lagrimita que se me escapa, y,
desde el portal de una casa grande con galería inglesa, hoy, a mis cincuenta y siete, levanto los ojos al cielo para decirte ¡Chau Poldy!
Hermoso homenaje a alguien que marcó la historia de la literatura! Tu homenaje me hace pensar que muchas veces tenemos que leer sin rimel...porque brotan lágrimas al recordar a estos grandes, Gracias Laura!
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