Cuando yo tenía alrededor de doce, Marta se fue a vivir un tiempo a mi casa, y me enseñó cómo era tener una hermana. Cómo se hacía para tener una habitación compartida, tuvo una enorme paciencia conmigo ya que quien redacta era una chiquita única hija mujer, malcriada y desordenada. Marta y yo fuimos tejiendo una bellísima amistad a lo largo de la vida, ella me enseñó cómo se es en la vida una mujer entera, buena mina, solidaria, desinteresada, charlatana, divertida, sería larguísimo de contar la cantidad de cosas las que aprendí con Marta y todo lo que le debo. Pero ahora hablo de su peor es nada, su compañero y marido de miles de años de casados: Miguel. Esta tarde , luego del locro del invierno, Miguel nos dejó helados ( junio, al aire libre por mas que había lindo sol... y si, ¡estábamos literalmente helados!) con una noticia bomba: "Quiero contarles que desde que soy jubilado... soy Taxi Boy".
Visibles caras de sorpresa entre los asistentes a la mesa familiar, y Osssso!
quiero decir -aclaró el nuevo jubilado- que desde que me he jubilado mi mujer me pide que la lleve a su trabajo y que la busque al salir de él, mi hija me pide que transporte a los nietos a la plaza, o los lleve a su casa de vuelta del colegio, y también los otros hijos piden favores de compras o remedios o turnos de médico, en fin: UN AUTÉNTICO TAXI-BOY.
Risas y mas risas que acompañan a este pobre hombre con un oficio nuevo, fotos del momento y saber que siempre tenemos que sorprendernos con lo que va surgiendo día tras día.
¡te queremos Miguel!
Le dedico esta nota a dos seres que amo y que estoy feliz de que hayamos compartido este mediodía de domingo: Marta y Miguel.
¡que hermosa pareja!