Dura cuarentena impuesta en el país, no nos animamos a salir, y nos obligan a quedarnos cada cual en su casa, no todo el mundo está cumpliendo, tal vez por tener que trabajar o por querer salir de una vez, lo cierto es que no hay confiterías, tiendas de ropa, cafés, cines, Por otra parte el virus se esparce silenciosamente en ambientes vulnerables, villas con carencias, espacios de trabajo, y cada día aumentan los casos en distintas partes de Córdoba, es un virus muy contagioso y se prioriza el tiempo que se gana guardando camas, respiradores, médicos y recursos para pacientes realmente graves. En lo personal, todavía no he agotado todas las muchas cosas para entretenerme, aún me quedan miles de cosas por hacer de las que hacía en los ratos que me quedaban del trabajo.
(El tiempo libre es fundamental en la vida de la patrona, ella desde niña lee, juega, hace collares, pinta, cocina, y obvio juega con sus muñecas, aunque... ustedes saben, la patrona va a cumplir SESENTA AÑOS en enero) Ahora nos encontramos que esta patrona... Ahora extraña el centro, su centro de esta ciudad de cuatrocientos y pico de años.¡Así es! ahora le toca seguir hablando a ella.
Amo éste tiempo para mí, sin embargo, confieso que extraño el centro.
Acostumbrada desde todos los días a trabajar fuera de casa, a tomar ómnibus, a disfrutar del viaje al alba, la oscuridad y la intimidad del transporte, mirar las caras dormidas, pensar en ésa gente humilde y sencilla que va a su trabajo o a sus obligaciones cada mañana, y aprovecha ese ratito para dormir, Me encanta y no es mi caso, en esos viajes de quince kilómetros me voy poniendo al día con el celular y las noticias, leo la prensa de mi ciudad, de mi país y hasta algunos periódicos del mundo, es el espacio de soledad, de intimidad frente a lo inmenso de este universo y sus problemáticas que yo no podré resolver. Llegar al centro de la ciudad es un segundo de encuentro acelerado, bajar, oler el olor del café de las cafeterías del alba, caminar rápido hacia el trabajo, el reloj marca los segundos inexorables, en la caminata se siente el frío o el calor, Y llegar, tomar ahí en la oficina el café o el mate junto a los compañeros, hablar de lo que nos ha pasado en la vida, encarar el día que comienza.
¡Como extraño esos momentos! El Corona Virus y el aislamiento me regalaron tiempo en casa, pensar, caminar entre las hojas, escribir, leer, descubrir autores y obras, pero extraño el andar sin rumbo un rato por las calles y encontrar estas pequeñas maravillas de mi ciudad como la ventanita de la foto, que tiene alrededor de trescientos cincuenta años, o tal vez más. Caminar, ir de cuadra en cuadra mirando vidrieras, oler los olores conocidos y que uno no se quiere perder, el praliné en la esquina, las panaderías, el olor a jabón de las lavanderías de ropa, ¡hasta el olor de los vehículos lo extraño a mares!
Los días pasan y las horas corren inexorables, a todos se nos pasan volando las jornadas y a menudo tenemos la sensación de que no hemos hecho nada de "importante" durante este día, pero sí, sí hemos hecho, lo que pasa es que es OTRO el parámetro de medida. Antes trabajábamos, dábamos clases, escribíamos proyectos, conversábamos con nuestros compañeros de trabajo y volvíamos a nuestras casas exhaustos y a penas comíamos una comida rápida intrascendente, luego a descansar o tal vez mirar un programa de televisión, y dormir para retomar la rutina al otro día.
Ahora degustamos el día. Miramos por la ventana, hablamos por teléfono con quienes nos queremos y disfrutamos también la charla, preparamos algo de comer y hay esmero en el preparado, tal vez improvisamos alguna receta que vimos en la web. Tenemos en cuenta nuestro cuerpo y en la medida de las posibilidades hacemos gimnasia, yoga o caminatas, y pensamos, pensamos y pensamos en el momento en que ésto pase, Cuando podamos comer con amigos, volver a los museos, ver a nuestros parientes, ¡ir a comprar ropa o zapatos! y trabajar en nuestro trabajo u oficinas. Sobretodo, ver a nuestra ciudad en toda su dimensión, Córdoba, ciudad de la patrona, doctoral y antigua ciudad, tan maltratada por sus habitantes, ojalá este momento de cuarentena nos haya servido de algo. Ojalá.
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