jueves, 31 de octubre de 2024

Entraré en tu templo

 


Este poema lo escribí en una hojita de Mac Donalds, el ocho de noviembre del año veintidós.

Ya había pasado el día de los muertos, ya había pasado el día de la madre. y vos estabas ahí, en mi recuerdo, donde siempre estás. Y estarás.

Lo poquito que pudimos compartir de vida lo hicimos, aún no entendiéndonos. Serías feliz hoy con tus nietos grandes, con tus nietos cambiantes, tus nietos varones, mis hijos.

 Yo amo a mis hijos como vos nos amaste a nosotros, como la abuela los amó a ustedes, sus propios hijos. Y eso es lo importante. Es que no te fuiste. Estás acá, y te quiero como siempre.





Entraré en tu templo
Me invitarás
la puerta con el picaporte dorado
que dejaste al cerrar para siempre
aquella casa,
hoy se abrirá para mi.
Me perderé en los largos pasillos
a mis oídos llegarán
las voces perdidas de la infancia
y ellas me guiarán hasta el recinto
antiguo
donde olíamos el café recien molido.
No me detengo en este recorrido
quiero echarme contigo en tu gran cama.
Sentir que abrazas mi flacura e inocencia.
Quiero darme cuenta que no hay nadie,
que perturbe nuestro abrazo, y tu somnolencia.
En un momento llego a tu sillón, Te veo rodeada de libros ahora,
Estás ahi, tus ojos grises miran la ventana de rejas, 
Estás mirando la calle, el pino.
Siempre sabia, quieta, imperturbable.

Mía para siempre. Madre.


miércoles, 30 de octubre de 2024

Escribir, a veces sobre lo que uno ve en su jardín.

Siguiendo los consejos de Leila, recorro mi jardín y miro. 

   Veo pájaros, palomas, siento el perfume del árbol del Paraíso. Me detengo junto a un arbusto que ha crecido rápído y veo  sus bellezas,  bonitas, flores hermosas y extrañas. Continúo en el recorrido y llego a las macetas, allí están turgentes  las flores nacidas de cactus pequeños. En el estanque se yerguen las Calas, me las regaló una amiga querida, son plantas que aman el agua y que transforman su ambiente mejorándolo.  Mas tarde me llego a mi estudio y observo las fotos de las flores de fieltro que hicimos junto a compañeras de taller, flores hechas por manos deseosas de obra, de charlas de mujeres, manos que necesitaban el hacer y coser. Ahora  escribo sobre estas flores espontáneas, extrañas. Vivas y muertas como el fieltro. Escribo. Mis ojos guardan la vivencia de estas Lagañas de perro, la nariz el perfume de las flores del Paraíso. El agua del estanque agradece las Calas. y yo escribo.














 Cuidar un jardín ayuda a escribir.

Mirar por la ventana ayuda a escribir.
Viajar a un sitio en el que no se ha estado antes ayuda a escribir.
Conducir por la ruta un día de verano ayuda a escribir (...).
Ducharse un día de semana a las cuatro de la tarde ayuda a escribir. Ir al cine un día de semana, a las dos de la tarde, ayuda a escribir.
No tener nada que hacer no ayuda a escribir.
Estar un poco infeliz, a veces, ayuda a escribir.
Correr ayuda a escribir (...).
Leer El libro de la almohada, de Sei Shonagon, ayuda a escribir.
Limpiar la casa ayuda a escribir. Preparar dulces ayuda a escribir (...)".
- Leila Guerriero (17 de febrero de 1967), Junín. Es una periodista y escritora argentina.