viernes, 18 de mayo de 2012

Jugar a las visitas

Jugar a las visitas
Ahora que soy grande voy a jugar a las visitas.  Las  que  fuimos niñas ¿recuerdan  que  ése era uno de los juegos de la infancia?  El juego consistía en ir a la casa de alguien y visitarlo, y conversar alegremente mientras se tomaba un té, como las señoras.  Sólo el recuerdo ya es una delicia, jugar a las visitas era compartir el tiempo alegremente con nuestro visitado,  charlar,  interesarse por lo que le pasaba,  su familia, su salud,  las trivialidades de lo cotidiano,  y mientras tanto la tacita  con té caliente permanecía  en nuestras manos.  La costumbre se ha perdido, desgraciadamente. Los hombres y las mujeres de hoy ya no tenemos tiempo libre para visitar y charlar, siempre estamos ocupados en nuestras obligaciones y trabajos, con agendas, con cosas de nuestra familia, con  imposiciones de nuestros hijos, de nuestros padres viejos etc. Quiero robarle a Alejo  Carpentier una hermosa palabra que leí en sus libros: la palabra tráfago:  los hombres y las mujeres de hoy estamos inmersos en el tráfago de la vida cotidiana, en ese vértigo absurdo de obligaciones propias o impuestas.  Y  Pienso en estas pérdidas actuales con cierta pena, no sólo perdemos de comunicarnos y ver a nuestros amigos  sino  que además se pierde el hecho de recibir, ya que el rito de la visita también compromete a quien es visitado a recibir, a preparar el té o el café  o –entre nosotros los que vivimos en Argentina- el mate, según el gusto del anfitrión,( a mí, viejísima matera desde mi adolescencia,  me gusta el mate con algo de azúcar, siempre caliente, y por supuesto con yuyos como la peperina,  o la yerbabuena, o  la yerba de burro).
Para jugar a las visitas es necesario el tiempo, pero al tiempo hay que hacérselo también, porque hacer una visita es un rito fundamental de la comunicación entre las personas.  Durante el otoño y el invierno, al revés de todo el mundo, yo tengo más tiempo y más ánimo para hacer visitas,  la semana pasada estuve en lo de mi vieja amiga Celina González, con gran charla, cuentos verdes, relatos de viajes a lugares hermosos, narraciones de familia y consejos que son verdaderas perlas para mí. Adoré esa visita y adoré a mi amiga charlatana. El martes por la mañana estuve en casa de Sara, unos matecitos, unas tostadas sencillas  en la mañana,  festejando el cumpleaños de Sarita, con charlas de libros y de plantas,  y ayer por la tardecita cumplí con una visita prometida a alguien a quien quiero mucho: Ana Barnes (el apellido me encanta, me recuerda uno de los personajes de una obra de teatro  en donde trabajé “los vecinos mueren en las novelas”). Por más que  Ana tiene apellido inglés es todo menos una señora inglesa, es una mujer combativa, que ha militado desde muy joven en organizaciones políticas, que tiene un compañero a quien adora y que fue torturado y estuvo preso, que juntos adoptaron una hija que está preciosa y ahora tiene quince años. Esta hermosa mujer, mi anfitriona, milita desde hace varios años  en Abuelas de Plaza de Mayo sucursal Córdoba, y sigue buscando nietos sin descanso, ella que es más joven, junto a  abuelas que no deben descansar de esa tarea loable. Hablar con ella es un verdadero placer, porque todo le interesa, y todo la motiva. Como Ana todavía trabaja en la Universidad en el departamento como médica y bioquímica,  está muy compenetrada con la realidad, con el mundo. En su casa compartí el mate, conocí a sus padres, que vinieron desde Mendoza para atender su salud, y por supuesto hablamos de nuestros hijos, y de los libros que nos gustan. Nos reímos juntas y criticamos a nuestros maridos.
 Comunicación ,  conversación, idioma en común, las cosas lindas y terribles y  amargas también de la vida. Compartidas. Cuando me iba, ya de noche pensé: jugar a las visitas, ¡qué lindo juego!

1 comentario:

  1. Linda nota, y si, hay que hacerse tiempo para jugar a la visitas. Vale la pena. Besos y adelante con el blog.

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