jueves, 20 de septiembre de 2012

Campeón




A horas del comienzo de la primavera, sol bellísimo y todo el verde que ha traido la lluvia de ésta semana, escribo un cuento (por fin!). Perdonen mis lectores ocasionales por el vacío entre  cada publicación, hay momentos en que no tengo nada que entregar, es como si mis bolsillos estuvieran vacíos y no quedara
ni siquiera esa última monedita que buscamos y rebuscamos para dársela a quien nos hace un favor, o a quien lo necesita verdaderamente. Por momentos la patrona va pensando y pensando qué entregar, sobre
qué escribir, y pasan los días y...nada.
Sin embargo hoy parece que  la musa anda cerca y   lo que voy a contar es fruto de un gran amor por un ser bellísimo y extraordinario: Nuria, mi perra.
 A Nuria la trajo de prepo Dieguito, de mis hijos una estrella brillante y cegadora, que reclama atención todo el tiempo con sus veinte años al igual que los de la infancia, para él preparo vianditas sanas que le dejo listas en envases plásticos, con él tenemos una hermosa huerta que hoy nos proveyó de acelgas con los que hice una fantástica tarta Pascualina, y Diego  (sobrenombre: perinola, porque TOMA TODO) quería tener un perro, en este caso fue una perra, y de raza calle, porque se la dieron en el Paseo de las Artes, y la trajo al caserón.
Nuria nos ha conquistado, es una damita pequeña, color canela, de pelo corto, y que parece que en sus ancestros tiene cazadores, porque da cuenta de palomas y de los pollos del vecino, que esconde prolijamente para que no la reten. Yo la hice operar para que no tuviera feos trances con otros perros de por acá, porque es doloroso ver sufrir a una perra en cruzas terribles y pariciones múltiples, el día de la operación no lo voy a olvidar nunca mas porque fue como cuidar a una persona querida, llevarla, esperarla, subirla al auto, y cuidarle los puntos, y mas tarde los remedios y como si todo esto fuera poco: un bifecito
de hígado bien cocido durante varios días para que se recuperara bien, ¡no cualquiera tiene esos cuidados!
Ahora somos inseparables, salgo y cuando llego a casa a quien primero saludo es a ella, que me contesta con sus besos, sus regalones ladridos, cuando estoy quieta,sentada al sol ella se echa a mis pies buscando los mimos y las caricias en el lomo, y también salimos a caminar las dos, ella a mi lado, pero oteando la vereda de enfrente, porque si hay algún pichicho no duda en ir directo a ladrarlo y a molestarlo, provocando múltiples griteríos perrunos y mi bronca y preocupación por la calle, no vaya a ser cosa de que se cruce y la pise un auto! Estoy loca por ella, le preparo la cama, le hago de comer -cuando puedo- , le compro comida balanceada y bueno, me siento feliz con su compañía. Es un regalo de la vida.
Para ella, su compañía fiel su "perridad" hermosa es este cuento: Campeón.






¡Ésto no es más vida! ¡no es más vida! -murmura Campeón dando vueltas por el departamento de dos
ambientes. Ha pasado toda la tarde caminando de aqui para allá, ladrando al timbre del vecino, subiéndose a los muebles para ver por la ventana, por suerte esta mañana pudieron salir con su dueña y atisbar la plaza, donde Campeón  corrió a los chicos, a las palomas y también pudo trotar al sol por el barrio, con toda la alegría, pero... no, no es vida para un perro como él! un perro de la calle, como él.  Campeón se pregunta cómo es posible que con el amor con que lo habían recogido, criado y acostumbrado desde cachorro  ahora estar como está en este momento: sólo como un perro, haciendo...nada hasta que su dueña llegue del trabajo, ¡no! él, un verdadero ejemplar de la calle, encontrado al azar por dos, que se querían como locos y que también lo querían a él... Algo había que hacer...
 Y Campeón encontró la solución: aullar como un lobo su soledad entera y su malestar.




A Campeón no le gustaba nada lo  que hacía, y seguro se arriesgó a un fuerte tironeo de orejas o a que le pegaran hasta con un un cinto y es así que su dueña se vio, a fuerza de timbrazos y gritos de los vecinos a salir una madrugada en la oscuridad, mal vestida y con una correa llevando al animal hasta la casa de su ex-amo.  "-no quiero desprenderme de él, adoro a este perro desgraciado"- Pensaba Silvia mientras  manejaba,
"-pero no sé en qué minuto lo dejé conmigo!, Alejandro no se opuso, tal vez para que no me quedara tan sola, o por seguridad,  pero me ha hecho la vida imposible, sillones rotos, rasguños a las puertas y lo peor...
la obligación de tener que salir a caminar todos los días cuando vengo extenuada!, ¡Basta!"
Y Silvia toca el timbre en una casa de departamentos, esos que tienen las escaleras externas, tardan en abrirle y suben ella y el perro callados, el uno junto al otro. Alejandro sorprendido y aún con aturdimiento abre la puerta y vé a estos dos, le es difícil aguantar la risa, "-pasá"- le dice  a quien hasta hace poco compartió su vida, y ellos pasan, "mirá -dice Silvia- vengo a traerte a Campeón, no lo aguanto más, se vé que te quiere más a vos o... no sé pero aúlla todas las santas noches y  los vecinos nos quieren matar a los dos! no... ya no puedo más!"
Alejandro se compadece de este ser desgreñado, mal vestido y a punto de llanto, y le dice de acostarse en su cama de una plaza. Para no pasar frío Silvia se acuesta, sabe que no es lo que mas quiere en este mundo, después de todas las peleas y discusiones interminables con Alejandro, después de todas las verdades o no que se han dicho, pero se acuesta. Alejandro busca un viejo bife en la heladera y unas frazadas para Campeón, lo acomoda al lado de la cocina y no teniendo otro lugar para ubicarse dentro del departamento
se mete él también en la pequeña cama.  En el silencio de la noche todo  recupera la calma.
La mañana de primavera despunta sus primeros rayos, Campeón levanta la cabeza y observa que  sus dueños amanecen abrazados. Hay silencio en ese nuevo hogar, hay paz y el sol está nuevamente saliendo.
Campeón se refugia en las frazadas, hunde su cabeza entre las patas y se dispone a dormir ¡al fin! feliz.