martes, 4 de octubre de 2022

nada, se escriben poemas.

 Versos servidos  en esta primavera.




La mujer se libera de las lanas del invierno. En el jardín hay nuevos brotes, hojas, pájaros.

La mujer inspira el aire en la madrugada de septiembre,

mientras abre las ventanas a la vida.


y nos deja sus versos, como semillas, 

en la tierra fértil del papel.


La patrona se despoja de sus ropas de patrona

 se coloca un vestido ya propio, ata  sus rulos con una cinta,

se sienta a escribir.

Más tarde también arriba a su amada cocina, 

a mezclar los olores,

las palabras pues, se impregnan de aromas, de romero cortado.

de perejil  turgente, de ajo, y de Moscato.



(Al regresar de su trabajo, ésta   mujer que observa, con mirada verde, ahora toma la azada, y  se va a la huerta)

 

Las hierbas que cultivo

 

Orégano

Tu ojito verde me mira desde el caldo

Calientas las noches, te encuentro en el verano.

Compañero del tomate, y de la masa de Italia,

Orégano pequeño perfumas, dibujas y coloreas

Los platos, mudos y cotidianos

En todas las mesas del universo

humano.

 

Romero

No sé porque pienso en la Provenza, en España,

Y en Grecia, cuando te esparzo en las carnes 

Que irán al horno. Romero de florcitas azules, 

De olor picante, néctar de mediodía de abejas que zumban.

Romero infaltable en recuerdos de madre, 

Imprégname tu aroma en la piel, no huyas de mí,

Ahora.

 

Melisa

¡Ábreme esa puerta! Quiero descansar en tu lecho

Melisa. Un té con tus hojitas me llevará de la mano

Al sueño, al pozo profundo donde me espera Morfeo,

Ansío su abrazo, su roce su canto.

Déjame entrar con tu sabor y la aspereza, entonces,

 En el hondo momento

 De cerrar los ojos.

 

Albahaca

Sombra de la Alhambra. Manos morenas y ojos negros

Te cultivaron desde siempre Albahaca. 

Te requieren mis verdes, el tomate te clama. 

Te casas con el ajo, la nuez, y la oliva. Tu fusión es la salsa que viene desde Italia.

Imprescindible, olorosa, elegante, 

Árabe y tan nuestra,

¡Exquisita Albahaca! 

 

Salvia

¿Tienes vergüenza por tu perfume?

Tu hojita gris no brilla, y es áspera al tacto,

Salvia, quien te quiere ama tu fuerza criolla,

Porque buscas las carnes

El cerdo, el cordero, la ternera más joven.

Tu olor poderoso entra en el horno y embriaga.

Salvia, no nos prives de él, de tu pequeñez,

Y de los mediodías que componen 

El alma.

 


Pimienta

No te conozco, nunca te vi.

Y ahí estás, perfumada, sensual,

 En toda mi cocina.

Picor del Caribe, olor a guerra y a conquista.

Te dejo entrar en el plato y ser amiga

Pimienta de sangre, ven, entra en mi boca,

¡Pica!

 




(Los fines de semana, la patrona recupera su casa, está  desordenada.

Se horroriza, maldice el estar tan ocupada, se arrepiente luego de haber maldecido,

zapatillas, pues, delantal, y ¡a la tarea!)

 

          Preguntas que una  se hace al tender una cama

 

Cuando  tiendo la cama

Miro ese pozo,

Es la huella de tu cuerpo, tu olor, que persiste.

¿Dónde se va el fantasma de lo que durmió ahí?

¿Hago bien acaso imaginarte fantasma?

 Tus ojos, ¿están  tal vez  en aquel árbol  acompañando al pájaro?

¿Por qué está mudo ahora ese teléfono,

 Si estás en éste mundo todavía?

 

La huella de tu cuerpo se rellena durante el día,

En la tarde te encuentro, la casa se ilumina.

Y  la carne se me encarna,   el silencio se viste ahora  con tu voz, 

Ya más ronca.

el sonido me habita, completa mi existencia.

 Soy terca y vuelvo a mirar el hueco, ese espacio tuyo que pronto estará  llenado

Por mirar tu pozo no descubrí el  mío, mi hueco de descanso.

Tantas noches de luchas,  de caer en el sueño 

Enredada en tu abrazo, de piernas, de pies, de espaldas 

Y de manos.

 

El hueco en el colchón me interpela 

Y  me lanzo, mientras imagino

que un día la tierra  cubrirá

Como frazada, como cobija, como colcha de lana, 

A dos cuerpos viejos

Dos guerreros, dos inocentes

Que se quisieron.

Pozo, hueco, pedazo de espacio  en el mundo

 compartido.

 

Por fin el olor de la cebolla corta el mambo

Y "¡ a comer!", enuncio  con voz alta

Y nos reímos  porque sí, 

Mirando nuestros vasos.

El vino, la frazada, la tierra, la cebolla,

El hueco de tu cuerpo y al lado el hueco mío,

El lugar

Donde soy, donde somos.

Donde hoy  estamos. Ambos.

 

           (Porque en la tarde al caminar, la mujer descubre dos árboles

 que se están abrazando)

                                                                                                                                                                                                                                   

Diálogo en la tarde, del Plátano y la Magnolia

 

(Porque en la tarde al caminar, la mujer descubre dos árboles

 que se están abrazando)

 

Cansada de su abarcar exigente, Magnolia exclama:

 

-¡”Déjame, No te acerques tanto! Tus ramas  me despeinan,

me ahogan, déjame un momento, apártate!

El plátano, viejo árbol  divertido, le responde:

-Es que hemos crecido, niña, tú y yo, aunque lo niegues.

Y mira que eres hermosa y coqueta,

¡Siempre quiero abrazarte!

 

Por ser viejos, y estar al lado, la charla es lo corriente entre estos ejemplares.

-Recuerdas, dice ella, cuando éramos niños?

En la desolación, de éste campo no  había nada, nada

Y aquí ellos  nos ubicaron, uno al lado del otro

tan endebles, y solos.

Y el tiempo fue pasando,

¡Cuántos niños albergamos!

 

El le responde, ruborizado :

Creciste tan hermosa tus hojas que brillaban 

dieron sombra a la fuente,

y acompañaron

las tardes de los  inviernos,

en donde el frío  quitaba toda mi ropa.

A tu lado me sentía

abrigado y entero

 

Soñadora ella piensa : -Nadie nos veía besarnos…

Ahora estamos grandes, 

Los niños ya no están, y  felizmente nadie viene  

a derribarnos.

 

El- Yo te lo pido Niña, tú sigue floreciendo,

El perfume de tu cáliz 

embriaga los días difíciles,

En primavera te visitan abejas,

 mariposas, y coloridas   aves.

Desde lo alto  yo escucho 

 tu murmullo en la tarde.

 

ella- ¡Compañero Plátano, no me dejes sola!

Si tus ramas abarcan, ¡déjame tocarte!.

Vendrán pronto otros días 

 y nos hundiremos

juntos, en el verde brutal 

de las siestas estivales.

¡Deja a tus ramas abrazarme!

 

Él- Para mis días viejos

promete tu perfume,

el blanco de tus flores, la sombra tan calmante.

yo prometo tocarte

y cubrirte de besos en las tardes.

 

Ella- Plátano amado, hay mucho todavía, 

hay niños que  cuidar

del sol y los calores.

la gente necesita de nuestro  buen reparo.

Tú, permanece ahí,

y entre los dos seguiremos

entre vientos y heladas

esperando  que en la savia

 vayan naciendo  los brotes.

Ya sé que somos viejos,

y aún eso es hermoso. te dejo que me abarques

y -¡está bien!-

ven a  cubrirme de besos

en las tardes.







Y así van  pasando los días de primavera de esta patrona que se va enredando entre su trabajo, la huerta, las palabras y el amor.