jueves, 20 de diciembre de 2012

Historias de Vestidos


Historias de vestidos.

Vestido de la tía Ana , copia del original género de  la pollera de  Martita
Esta historia  me la contó mi amiga Celina González, una tarde de verano en que  abrió su placard, La idea era vaciarlo, y darme toneladas de ropa de las cuales algunas prendas usaré, y otras pasarán a otras manos y otros cuerpos, son verdaderas bellezas ya que mi amiga es una persona cultísima y tiene un gran sentido estético, nada es porque si, los colores no son estridentes, los estampados son armónicos y ni que hablar de los géneros, una finura total. Mientras hablábamos y cargábamos en bolsas bolivianas y valijas mil, y nos confesábamos los amores clandestinos de la juventud y la adolescencia, Celina tomó entre sus manos un vestido azul, antiguo, y me dijo: “-éste no, es de mi tía Ana”- y se produjo un silencio inapelable.
  A los dos minutos estábamos revolviendo nuevamente y entonces ella pudo hablar y contar la historia. Quien fue testigo de ese momento en donde un vestido hizo que la voz de mi amiga se quebrara, les dejará esta historia.

Las dos hermanas.

Ana y Martita eran hermanas. En realidad eran cuatro hermanas que vivían en una localidad del interior  y por deseo de sus padres fueron llevadas a estudiar en la capital de la provincia, desde muy jovencitas. De ellas cuatro, Ana y Martita eran muy unidas y compañeras, Ana, la mayor,  era brillante y hermosa, heredaba de su sangre una belleza latina y una postura muy de Sofía Loren, alta, elegantísima. Su hermana Martita también era una mujer elegante, por supuesto también culta y vivaz y tenía pasión por los libros, la pintura, los viajes. Las dos estudiaron en colegios y las dos  terminaron sus estudios superiores, y al llegar a la edad adulta ambas conocieron a sus novios, que fueron sus maridos para toda la vida. Cando Martita se casó, -la primera- es que se produjo el primer  de muchos dolores que tuvo  Ana, ya que esta elegante y hermosa mujer se casó con un hombre encantador que la hizo muy feliz, un médico de la ciudad, querido por todo el mundo, pero los hijos no llegaban. En tanto que Martita, sin haber sido tocada por tantas gracias físicas eligió a su marido en el grupo de los muchachos muy buenos mozos de la ciudad de provincia, y por supuesto, también fue enormemente feliz, y no solamente feliz –hay que decirlo- sino también enormemente rica, pues el joven esposo tenía una especial habilidad con los negocios, y el dinero fluía en aquel hogar. Martita además ejercía como maestra, y año tras año traía un nuevo hijo al mundo, -cuatro en total- lo cual provocaba en su hermana dolor, al no poder realizar el mismo sueño de ser madre y de tener muchos hijos.
 Pero la historia se detiene en un detalle, y no debe interesarnos qué pasó después porque estas dos mujeres que fueron creciendo en la vida,  siempre se respetaron y se quisieron muchísimo, y quisieron a los hijos de ambas, y siguieron las carreras y los festejos, y los estudios de los chicos que,  fueron creciendo. El detalle era el vestido azul que mi amiga, hija de la maestra, sacó del baúl en esa tarde.
Pollera de Martita, en finísimo bordado.
“-Mi mamá era muy rica”, confesó mi amiga entrecortadamente, “y se compraba vestidos, polleras y muy linda ropa, bordada o de buenos géneros. Como le quedaba bien, porque era alta, se los mostraba a su hermana –que no era rica, y que había podido tener una sola hija-  y mi tía, que no podía soportar que su hermana un poco mas chica y no tan bella fuera más que ella, inmediatamente corría a las tiendas a comprar el género más parecido y se hacía hacer con modistas ropa parecida a la de su hermana”…

  Nos hizo reír a Celina y a mí esta bonita historia de amores y envidias, y de hermanas que se aman por siempre.

 Y es así que, de los baúles y arcones polvorientos  reaparecen estas prendas que nos mueven emociones, nos recuerdan a personas que hemos amado intensamente y que ya no están y nos hacen sonreír de a ratitos recordando las locuras, las tonterías  y las pequeñeces, las pasiones que nos definen y  que nos hacen enteramente personas en este mundo.

domingo, 2 de diciembre de 2012

domingo de pasiones

Hay mucha gente que detesta los domingos, les aburre la soledad, la rutina del domingo, las siete de la tarde, lo previsible del día. Para quien  escribe estas líneas no existe eso, no es que sea todo diversión  o  amigos o salidas, ésa parte de la historia ya se terminó para la Patrona, termionaron aquellos años de la infancia de sus hijos cuando disfrutaban todos de una casa en el campo con la familia de su marido.  Junto a los abuelos compartían los domingos con asado y para todos era un gran programa:  el río, los niños pequeños ,los abuelos tan queridos, amigos de los abuelos con sus vejeces, luego, todos juntos era el volver a la casa de la ciudad con cansancio pero felices.
 En ésta nueva etapa de los cincuenta años los abuelos han muerto, la casita del campo no está mas, todo cambió, se perdieron amigos de años, los chicos se hicieron adolescentes, eligieron sus vidas, crecieron y cumplieron años, algunos ya ni siquiera viven con sus padres, y la realidad es otra. Ésta familia vive en una realidad nueva, con una  casa distinta, y un presente diferente.  Y hasta los domingos son diferentes. Después de realizar una fiesta nos acostamos a las seis de la mañana, y dormimos toda la mañana, a los niños pequeñitos solíamos decirles que era el sueño "de la bella durmiente", ya no lo es tanto porque nos turnamos para trabajar durante la noche y entonces disfrutamos de la mañana del domingo, al menos yo porque adoro escuchar la radio, adoro, hay excelentes reportajes a gente inteligente, música, Piazzola, unos mates  y es en ese momento que me percato de que empieza mi dulce rutina de domingo.
Ya había tomado un café antes de comenzar el sueño, a las seis. ahora... tipo mediodía se impone un brunch familiar, con todo lo que ha sobrado de la noche: milhoja de papas, pollo arrollado, panes, si sobró torta dulce o tartas ¡muy bien!  café con leche, coca-cola abierta de la noche, hielo. ensaladas varias, en definitiva un brunch espectacular hasta mas o menos las dos, dos y media de la tarde, y luego... la siesta, los chicos aprovechan del dolce far niente de sus padre para gastar la computadora, ya que éstos cierran la puerta de su cuarto para todo el disfrute imaginable que incluye: televisión, películas, computadora, internet, sexo, sueño, partidos de fútbol, café mas tarde, chocolate, libros, literatura, diarios que no se leyeron durante el día anterior, crucigramas, y lo que dos personas quieran hacer un día domingo, un día para no hacer  nada, descansar el cuerpo después de 24 horas de un arduo trabajo físico y mental.
Después de la larga siesta nos volvemos a reunir todos y compartimos cosas que nos gustan a todos, en el verano disfrutamos el parque, el afuera, en el invierno todos vemos cine porque siempre hay una buena opción en la tele, todos sabemos y defendemos el derecho a no manejar el auto, es decir: la familia se queda en casa y tranquila,  a veces el padre dibuja o pinta a la tardecita, la patrona lee, hace collares, escribe y siempre está en la zona del lavadero preparando la ropa para el día siguiente.
No hay aburrimiento, no hay posibilidad de tristeza por el día lunes. La patrona sabe que ha vivido con intensidad este día domingo y que a pesar de que siempre está atareada y le cuesta desenchufarse de la tarea diaria, ella ha sido bastante feliz.