martes, 26 de diciembre de 2023

Fiestas?

 Comienza diciembrey uno pone la proa en los dos festejos del 24 de diciembre y el 31, ¿Qué haremos? ¿Con quién nos juntamos?  Y la lista en realidad debería tener otros items, a saber:


-¿Tengo realmente ganas de festejar?

-¿Qué y con quién festejaría algo?

-¿Estoy contenta con lo sembrado y cosechado durante este año?

-¿Qué música nueva escuché? ¿Qué pinturas, obras de arte ví y amé que me volaron la cabeza?

-¿Conocí lugares nuevos? ¿Viajé? 

-¿Qué personas me dejaron huellas?

¿Qué acontecimiento me sacudió y me hizo sentir-reflexionar-cambiar?

-¿Cuáles son los cambios míos, cuales los de mi pareja, cuáles los de mi familia?

-¿Me gustan esos cambios? ¿los acepto o los rechazo?

-¿cuáles son los deseos profundos para el año que comienza que quiero que se mantengan y se acrecienten durante cada día del próximo año?

-¿qué libros me van a iluminar, como me iluminaron durante todo este tiempo? ¿Cuáles películas me van a guiar, qué palabras o diálogos  van a quedar marcados en mi corazón?

¿Voy a seguir siendo yo o me voy a convertir lentamente en una persona protestona, amargada, envejecida mal?  

¿La vida de cada ser de esta tierra me seguirá atravesando?

 ¿Amaré como todos los días a la Naturaleza?

 ¿Seguiré como todos los años esperando el otoño, enfrentando al invierno y asombrándome con la primavera que  se expande en mi propia vida todos los años?


Preguntas y deseos de este tiempo que van más allá del Vithel Thonné,  Preguntas que le hago  al mes de diciembre. Todos los días y todos los años.

A manera de petit racconto, van algunas fotos de momentos buenos del 2023


Enero, mi cumpleaños, junto a David y Ana,
él ya no está más.



José Y Fernanda, hermanos jujeños!



Jujuy! familia, tios, en marzo 23.


Lola Mora!

Encanto, la ruluda, viaja conmigo a Jujuy!



Mayo, veinticinco con locro con el amor de los amigos.

mi trabajo como profe, en todo el año. Paseos, actuaciones.




los hijos amados en el día de la Madre.


 Invierno
paseo con los pequeños: Paloma y Rodrigo








Navidad 2023, el amor de mi vida, con su sobri-nieto Joaquín.


Y  así fue este maravilloso, intenso y brutal año.  Y allí fueron todas mis preguntas.  Felicidades!

domingo, 3 de septiembre de 2023

 

Entre Los Espinillos y Paris.

 

La mujer ha escapado al campo con su compañero.

 La ciudad arde de malas noticias, ladridos de perros, odios solapados y rabia, se hace preciso entonces,  escapar, tomar el  automóvil con apenas lo necesario para pasar  una noche silenciosa, una madrugada estrellada, un día radiante de sol y viento de agosto. 

Cuando ya sus huesos están más relajados,  en la profundidad de la noche campestre, la mujer camina un poco sintiendo el frío del invierno.  huele, observa minuciosamente las estrellas y constelaciones, los ojos abarcan todo lo que la oscuridad de la noche permite atisbar. Vuelve a la cama con el compañero y se hunde en el sueño, pensando en el día siguiente,  ella se percata de éste fin del invierno y sabe  que minuto a minuto, la primavera  se va abriendo paso, lenta, pero poderosamente.


 En la mañana del domingo, la mujer se levanta de buen humor y con hambre, el café compartido la espera y también las tareas de la tierra, regar un poco, quitar los yuyos de un pequeño jardín.

 Antes, esta señora decide encender  la radio, su marido la observa y le dice que ella no puede estar nunca desconectada, por más que lo intente, la mujer  sonríe y admite que es verdad, y no puede pasarse de escuchar la radio, como lo hacía desde que era niña. Una información de golpe la sorprende, para ella ya no era relevante: ese domingo se festeja en su país el día del niño y de la niña.

La mujer se queda quieta, el silencio del entorno le pesa  e inmediatamente vuelve a su memoria esa  niña que fue una vez, una niña distraída, dulce, una vocecita cantora, un ser que dibujaba y que era curiosa, una niña voladora.

 



Busca una foto en su archivo y aparece ella en un día de festejo,el jumper verde escocés, la reja de enfrente de su casa y ella junto a sus primos y amigos del barrio, -¡Mirá! --se dice- ¡Caroline y Paul, están en esta foto, Se la voy a mandar! 


La Caro está  trabajando por el momento en Paris, sin pensar, la mujer pega la foto en un wats app y la envía porque sabe que Caroline va a apreciar esa foto de pequeñas.




En la mañana de ese domingo el mensaje atraviesa el inmenso océano y del otro lado del celular la Caro se emociona y contesta palabras bonitas, está sola, pronto va a dejar su trabajo en Paris para viajar un poco antes del regreso a Argentina.

 La infancia las reúne a las dos mujeres en una linda charla.


Hablar y comunicarse es tan necesario para esta señora, contar cosas de su vida, sucesos que le han pasado, y que le acontecen día a día, la charla se hace larga, poblada de anécdotas de ahora y de antes.

 Caroline le cuenta que siempre detrás de los vestiditos con frunces de punto smock estaba su madre, tan francesa y hacendosa, aquella espléndida mujer flaca que cuidaba con esmero el jardín de su casa, de su marido de quien estaba enamoradísima y también de sus hijos,  y  sin embargo esta mujer que hoy cuenta estas cosas veía  a su madre como un personaje un ser que ella misma se había diseñado, una madre extranjera muy especial. -Mi madre ya no está,- dice Caroline como soñando, -la mía tampoco, murió muy jóven, ¿te acordás? ¡Todo nos ha costado tanto desde sus ausencias! Nos reímos y recordamos la hazaña de vivir en aquel barrio de calles de tierra en tiempos de hace mucho.

Y las dos, cada una con su celular, nos damos cuenta de que estamos juntas,  que nos estamos abrazando en un abrazo lejano, cercano, virtual y amoroso,  Que  ya somos grandes y que nos necesitamos, aunque más no sea para charlar un rato, para enviar una foto vieja,  para celebrar  entre las dos, en este día de agosto, el día de las niñas.





viernes, 3 de febrero de 2023

palabras para los hijos, pues ya no están en casa.

 «la poesía es la única escapatoria posible de un ser humano hacia dentro de sí mismo».



 
 

Este es el poema que se volvió viral de Magdalena Blesa, (poetisa española que recita en cárceles, bibliotecas, escuelas)

«Instrucciones a mi hijos»

Jamás un conato de daros la vuelta

Jamás una huida, por muchos que sean

Jamás ningún miedo, y si acaso os diera,

Jamás os lo noten, que no se den cuenta

Jamás un “me rindo”, si no tenéis fuerzas

Aunque fuese a gatas, llegad a la meta

Que nadie os acuse… ¡miradme a la cara!

Que nadie os acuse de dejar a medias un sueño imposible…

(Si es que los hubiera)

Yo no los conozco,

Y mira que llevo yo sueños a cuestas

Jamás, y os lo digo como una sentencia, ¡miradme a la cara!

Jamás en la vida paséis por el lado de cualquier persona sin una sonrisa

No hay nadie en el mundo que no la merezca

Hacedle la vida más fácil, ¡miradme!

A cada ser vivo que habite la tierra

Jamás se os olvide que en el mundo hay guerra

Por pasar de largo sin gloria ni pena delante de un hombre

Y no preguntarnos qué sueño le inquieta

Qué historia le empuja,

Qué pena lo envuelve,

Qué miedo le para,

Qué madre lo tuvo,

Qué abrazo le falta,

Qué rabia le ronda,

Qué envidia lo apresa…

Jamás, y lo digo faltándome fuerzas,

Si el mundo se para,

Os quedéis sentados viendo la manera de que otro lo empuje

Remangaos el alma,

Sed palanca y rueda,

Tirad de la vida vuestra y de quien sea,

Que os falte camino,

Perded la pelea contra los enanos

No sed los primeros,

Que os ganen los hombres que no tienen piernas

No sabedlo todo,

Dejad que contesten los que menos sepan

Las manos bien grandes,

Las puertas abiertas,

Anchos los abrazos, fuera las fronteras

Hablad un idioma claro, que se entienda

Si estrecháis la mano, hacedlo con fuerza

Mirando a los ojos,

Dejando una huella

Prestad vuestra vida,

Regaladla entera

Que a nadie le falte ni una gota de ella

¡Cantad!

Que cantando la vida es más bella

Y jamás, os hablo desde donde nazca

El último soplo de vida que tenga,

Jamás una huida

Por muchos que sean…



Abro mi correo y aparece esta poesía en Zenda. Me  trae todo el momento de golpe, ya mis hijos no están en casa. Ayer trasladamos a Nicolás, nuestro tercer hijo, en la foto, el que aparece a la izquierda.

 Adiós a una etapa de muchos años en mi vida, el ritmo de las comidas, la nutrición, la ropa, los horarios,  la escuela, las mochilas y zapatillas. Ni hablar de los médicos y los dentistas. ¿Llegarás tarde, te guardo comida? ¿Estás con tus amigos, quienes? En fin, una larga lista de deberes, de tareas que hacemos y vivimos con gusto mientras hay bullicio de hijos en casa. El tiempo inexorable pasa y nuestros chicos se hacen grandes, traen a dormir en casa a gente que quieren, nos invaden entonces otros desayunos, otros sinsabores , otros desórdenes y aparecen los problemas de grandes, a eso también le damos la bienvenida.


Adultos como padres, vamos creciendo y entendiendo realidades nuevas, pero en el fondo en esa pareja que formamos queda el resabio del encuentro, o más bien, la necesidad de que algún día nos vuelva a encontrar juntos para disfrutar de una casa solos. Aunque nos encontremos con el silencio, con nuestras propias presencias viejas, aunque seamos otros y tengamos cuerpos mas viejos que no resistan escaleras o que olvidemos a veces nuestros  objetos en los distintos espacios, y tengamos por fuerza que ir a buscarlos subiendo o bajando esas escaleras, ya que no hay nadie que nos alcance lo que necesitamos.

El nido vacío, ¡qué oportunidad! vendrán los días de huerta, de dibujos y diseño,  de escuchar la propia música, las comidas que queremos, los platos  que nos gustan , sin culpa de que haya un comensal que no los prefiera, elegiremos seguro,  menúes con carne, ya no vegetarianos. ¡Vendrán los días en que encontraremos nuestras medias en nuestros cajones! Saber que si dejamos algo en un lugar ¡será altamente probable encontrarlo ahí mismo! Seguro que podremos apreciar el  dulce silencio de las noches, sabiendo que la vida hace que cada uno de nuestros hijos  elija cómo duerme y con quién.

 ¡Qué  momento que nos espera, la vida es un proceso maravilloso y éste momento es una oportunidad que hemos forjado con paciencia, los dos padres, día a día , a lo largo de los meses y de los años.


Me encanta como la poetisa de Zenda, Magdalena Blesa, ordena a sus

 hijos: "Cantad, que cantando la vida es mas bella", un muy buen

 consejo a hijos artistas. Tanto en estos días como en días del pasado

 los hijos son un maravilloso proyecto y creo que les hemos dedicado

 muchas horas de contención de alegría y de estructura. Ahora nos

 toca a mi marido y a mi, juntos y cada uno con sus cosas, encontrarnos, tocarnos, volver a ser amigos y

amantes, no dejar entrar en nuestra casa los rencores, las rabias, las viejas facturas sin cobrar. 

 Que sean bienvenidos en cambio la aceptación, la alegría, los masajes sanadores para los cuerpos y las

 almas.

¡Dejar entrar nuevos aires y visitar a los críos con  sus realidades, disfrutar de nuestro nido, lleno de

 expectativas y oportunidades, qué bueno eso!


¡Vamos por esos momentos, vamos por  ello!




jueves, 26 de enero de 2023

Valijas poéticas para un futuro viaje.

Esta semana que transcurre, 

me encuentra trabajando en un sitio distinto.

lejano. 

Un sitio donde puedo explayar lo que siento, y plasmarlo.


(Detrás de esa mujer que se sienta en su ordenador, en el trabajo

está la Patrona que la observa y la mira, -¡Por fin! Se ha sentado,

¡qué mujer inquieta y curiosa, siempre andando!)




Preparo un viaje.

Un viaje al pasado, a mis abuelos. Al abrazo de mi abuela muerta 

a los cincuenta y tres años.

A la sombra del patio de la calle Belgrano.

A los jazmines del país y la Strelitzia en flor

de sus canteros olorosos

y amados.

Era sólo una niña curiosa.

cuando busqué ese reparo.

Y hoy siento la misma necesidad imperiosa de encuentro

de paredes antiguas,

de rejas y de amparo.


¡Ay vida que me ofreces,

ese viaje tan extraño!

Para que este cuerpo 

de mujer de sesenta

se asiente y libere

los recuerdos anclados.


Será en marzo ese viaje,  amenizado

con charlas y  profundos silencios

coloridos de flores y de exóticos pájaros.

-No llevar, -me digo-  en equipaje

 rencores, sinsabores, que amarguen 

mi lenguaje.

Sí cargar esperanzas, la ambición del encuentro,

el expectativas por palabras y lindos recuerdos

que matizarán -lo creo-

las coloridas tardes, y los sencillos afectos.


Jujuy profundo de abrazo

¿me esperas?

 Al cielo tan azul, a tus cerros voy yendo

¡que se pasen los días

y las horas y el tiempo! 



(Para no hacer tan denso y tan propio este momento, la patrona se reta en cordobés a si misma, -"¡por favor, mujer! ¡ Hablando en poesía, rescatá  tonada, tu acentito cordobés!-  

 (La patrona se interpela en esa ambivalencia de dos provincias, que hereda el personaje.

 El humor cordobés y la tonada salvan y la rescatan  a la Laura que sueña y que divaga por meandros de la nostalgia)

Y la poesía de los grandes poetas viene en ayuda, ahora del poeta jujeño Jorge Calvetti 

EL RETORNO 

a Guillemo G. Padilla 

Vengo a buscar la luz que me ha mirado, 

en el tímido tiempo de la infancia; 

vengo a buscar mi casa y su fragancia 

y el eco de los cantos que he cantado. 


Vengo a buscar el río colorado, 

el imperioso azul, la honda distancia, 

los silenciosos sauces de la estancia 

y el Cerro de las Rosas, perfumado. 

 

Aquí están mis recuerdos más queridos; 

aquí mi corazón y sus latidos, 

aquí a mi madre, pálida, se nombra…

 

Vengo a buscarlo todo y a buscarme. 

Aquí estoy y estaré. Aquí he de darme 

ya poblado de sombras, a la Sombra.

 

De Libro de Homenaje”, 1957.



La mujer sonríe pensando que el poeta jujeño, un día cualquiera,

 sesenta y seis años antes, 

adivinó su pensamiento.





 

 


 

jueves, 5 de enero de 2023

Las reflexiones que una hace en estos días de enero


La madre, la niña.

 

 La niña se cría en el vientre de esa madre. La mujer está exultante, siente cada movimiento de ese feto desconocido como un premio de la vida.

La mujer es de otra geografía, ha mirado montañas, selvas con tapires, ha visto el barro de los ríos de la selva y ha  percibido monos y tucanes. También ha amado lo árido, los colores del Jujuy profundo con el fondo de quenas y erkenchos. La mujer se ha arrodillado en las pequeñas iglesias de su tierra, ha limpiado mocos de caritas morenas, ha hablado en quichua, ha aprendido a hacer el anchi y los tamales, y ahora va a parir un hijo en el verano de otra provincia.

 La mujer se ha enamorado, el amor de un hombre muy distinto la hace venir y soñar otros sueños, no duda en desarraigarse, en dejar esos padres amados y protectores, esa tierra de contrastes entre la selva y los cardones. El niño va a nacer nomás en pleno enero, la mujer de pechos grandes lo amamantará de seguro, como ha visto hacerlo a las mujeres tobas, a las coyas entre aguayos coloridos. Un buen  día en la casa entran los ladrones y roban la ropa que la madre había preparado para la cría, su madre la consuela, la abuela  mira ahora con piedad a esa mujer joven, que se encuentra en una nueva geografía, tan ríspida y diferente para su hija. El padre de la criatura busca alegrar a la madre, hace muecas, genera risas. El padre es así, amante, sensual, de risas y de música. Un hombre de la ciencia, y también del arte, de la música sinfónica, el amor de la madre.

Por fin el niño  empieza a querer salir del vientre, molesta, patea, pero la puerta está cerrada y la madre sufre un largo trabajo de parto y en la mañanita aparece, a puro pelo enrulado: es una niña. La niña es muy como el padre, el pelo de rulos, parece de ojos verdes y no celestes. Es la niña, amada por esa madre y por esa abuela, abrazada por el padre, cantada en  canciones de cuna de sus tíos. La niña crece hablando y conversando, curiosa ante un mundo que se desenvuelve ante sus pequeños ojos y sus zapatitos marrones.

La niña crece, pronto le llegan hermanos, dos varones, le llegan mudanzas, cambios de casa, parientes que no conoce en una casa grande compartida con gente que su madre detesta y aguanta con  paciencia inglesa. Pronto el padre trae la solución: una casa nueva en un barrio alejado, una casa con habitaciones para los hijos, con patio de durazneros, una casa con musiquita de cuarteto cordobés incipiente, los albañiles que construían todas las casas  oían a una Leonor Marzano castigando un piano con un ritmo sostenido, en la nueva vivienda  hubo vecinos de la edad de los niños, vecinos para jugar todos los días y para que las madres esperaran a un vendedor en Renoleta, buen hombre esperado por las madres, para salir un rato de casa con los ruleros, a verse un rato y charlar con las vecinas. La niña adora su barrio, éste está cerca del Hipódromo,  todos los días pasan  caballos lustrosos y briosos, un barrio donde la madre tenía nombre propio y los idiomas eran algo corriente: la señora francesa de enfrente, que le hablaba en francés a sus hijos y por ende la niña también lo aprendió, el vecino alemán que se había enamorado de la señora árabe y tuvieron muchos hijos hermosos con pelos rubios y ojos profundos. La señora italiana de cerquita que llamaba a sus hijos a los gritos, madre de chicos preciosos  e impecables.

En el barrio de la infancia la familia creció, los hijos fueron cinco, la niña quedó sola en medio de una ristra de varones, se refugió en la lectura, en los libros de la infancia, en  el juego con las muñecas.   Hubo mucha felicidad en los adultos y también mucha en los hijos que crecían en aquel barrio alejado. Sin embargo un día la felicidad se terminó, y llegó la muerte. La muerte de la abuela de la niña, por un accidente en la tierra jujeña. ¡La abuela! La mayor diosa de todas las diosas de esta tierra, abuela gorda, sensual también de turrón de miel de caña. Abuela de regalos hermosos y de casa encerada. La madre se pone triste, la  tristeza la abarca, el padre, desesperado, se lleva a los niños a pasear, a escuchar música clásica.

El tiempo pasa en aquel barrio, como pasa la infancia. Al morir su madre, la mujer se enferma, y lucha contra el dolor, sus rodillas, las manos, las caderas, son tomados uno a uno por un fantasma horrible que tiene nombre de dolor y de quietud. La madre lucha a solas en esos años, deja de mirar a sus hijos, que se arreglan como pueden, atención no les falta felizmente, hay mirada atenta de las empleadas venidas de lejos, rudas y tiernas mujeres con tonada toba y costumbres raras. La enfermedad sin piedad avanza, La niña ha cumplido veinte años, la madre, que imagina que va a morir, la manda lejos, lejos de casa. Ella percibe que algo pasa, pero sus veinte años actúan como una cortina, para no ver el dolor y la ausencia, y la niña, viaja.

A poco de llegar, un buen día todo le es ajeno, extraño, ¿dónde estoy? -se pregunta- ¿qué estoy haciendo tan lejos de mi casa?  En el atardecer su padre le confirma lo peor: "Tu madre ha muerto" y la niña se estremece con el teléfono en la mano. Ella quiso que yo estuviera lejos, -se dice con rabia- pero volveré pronto, papá. Y cuelga. 

Y pronto pasan cuarenta y un años. 


La niña ya es una persona con nombre propio, grande.

Es madre de varones, ha dado vida, cariño, leche, comida, a cuatro seres que ya no están más en su casa.  Un día la niña encontró un amor, alguien que ella ama y  que la hace reír y le pregunta extrañeces como "¿y si todas las estatuas de mujeres griegas, aún la Venus de Milo, fueran víctimas de Medusa?"

 El recuerdo del padre, que tenía esos delirios y que divertía a una mujer de rostro serio,  como el de su madre, fue lo que enamoró a la joven, y es  lo que hace que el amor entre los dos  sea un gran amor cómplice de afecto,  de pensamiento,  y de humor, también.


Y en este enero, en donde la niña  ya es una mujer de muchos sesenta y un años, recuerda esa muerte tan temprana de su madre, el abandono,  los llantos a escondidas, los miedos ante el futuro, las preguntas absurdas  y las muchas veces en los pocos años en que miró a su madre  y dijo estar tan feliz, porque ella era el universo y sólo eso, la mujer que le había dado la vida junto a su hombre, su amor, en una casita pobre y alquilada,   en una provincia que no era de ella, sin selva, ni tucanes ni colores, sola, con el abrazo de un hombre y un hijo en el vientre, éste hijo, que vendría a la vida en otra ciudad,  durante el agobiante calor cordobés del mes de enero.