domingo, 29 de mayo de 2016

el vals de los viejos


el vals de los viejos


Llega el viernes, para algunos es "San Viernes",  para otros es un día fuerte de la semana, el último día  hábil, muchas cosas para terminar y armar antes del fin de semana. 
El jueves me llegó una invitación a la que no podía por ningun modo decir que no. Una de mis alumnas del taller de literatura ,una señora muy fina y bien educada,  que está en un geriátrico cerca y que a menudo llora, me pidió que fuera a la fiesta de 25 de mayo que se iba a realizar en el geriátrico al día siguiente, entonces...   programé la agenda del viernes, decidí usar unos zapatos nuevos, italianos, preciosos, regalados por mi amiga Marissa, son bonitos, y estoy harta de usar pantalones, está haciendo mucho frío en este invierno asi que, si tenía una fiesta al final de la jornada, bien valía  la pena estar un día de vestido y bonitos zapatos, y collares, un día vestida de mujer.

 Tempranito me fui a trabajar.    me dirigí a  mi trabajo en el Hogar, que está en un barrio alejado del centro, antes de comenzar a dar clases comenzaron los incordios,  las llamadas por teléfono, el qué hacer, la clase de literatura por la mañana, y de  francés por la tarde, Al mediodía el  almuerzo en el mismo hogar con los compañeros, y por si todo fuera poco, el estres por la ida al geriátrico a las cinco de la tarde. Por suerte las clases se desarrollaron armoniosamente,tanto  a la mañana y a la siesta, mis grupos son encantadores y ¡aprenden!, La jornada -y la semana- había terminado, un toque de colonia, una pasada de peine para estar prolija, lápiz de labios y...A la fiesta del Veinticinco!

Y nada, fui nomás. Ni bien llegué saludé a Alicia, que ya estaba arreglada, maquillada y con el pelo teñido porque en el acto del Veinticinco tenía que leer unas palabras. Me senté en la sala donde poquito a poco fueron llegando los integrantes de la institución, con sus sillas de ruedas o caminadores. Algunas señoras habían ido a pintarse la boca y peinarse, yo me puse a charlar con otra señora que estaba sentada cerquita de mi, junto a su hermano, ella me contó que siempre venía a las fiestas  que se realizaban allí y que todas eran lindas y alegres. Sonaron las notas del Himno, nos paramos y cantamos todos, aplaudimos a la Bandera, y Alicia pasó a leer lo escrito por ella sobre la Revolución de Mayo, luego también las psicólogas lograron convencer a otro de mis alumnos, que estaba recluido en su  habitación, presa del "no quiero participar", y al saber que su profesora lo había ido a visitar, pronto se peinó y acicaló para no perderse la fiesta,  estuvimos todos juntos, nos sirvieron chocolate y empanaditas rellenas con dulce de membrillo.


 Mi vecina de silla nos convidó una pizza que había llevado en tupper, yo no podía creer terminar una semana de esa manera, con gente, con reunión, con alegría en un lugar que sin embargo estaba bueno, y no era un sinónimo de tristeza o de depósito de gente abandonada. Para culminar nos invitaron a bailar y nos tomamos las manos, hicimos rondas, con desconocidos y personas que estaban felices, un galán me invitó a bailar un vals, me encanta esa danza, tiene una cadencia dulce, y está también el abrazo, y la mano que se une a otra mano, cuando una está como quien está escribiendo en un estado difícil, de su vida, y que además va a una fiesta en donde la intención es pasar un momento de la mejor manera, disfruta de ese vals, de ese geriátrico, de esas personas mayores que estaban contentas. Esa danza con sones europeos, en ése lugar esa tarde  fue uno de los valses que he bailado con mayor emoción en toda mi vida.