domingo, 3 de septiembre de 2023

 

Entre Los Espinillos y Paris.

 

La mujer ha escapado al campo con su compañero.

 La ciudad arde de malas noticias, ladridos de perros, odios solapados y rabia, se hace preciso entonces,  escapar, tomar el  automóvil con apenas lo necesario para pasar  una noche silenciosa, una madrugada estrellada, un día radiante de sol y viento de agosto. 

Cuando ya sus huesos están más relajados,  en la profundidad de la noche campestre, la mujer camina un poco sintiendo el frío del invierno.  huele, observa minuciosamente las estrellas y constelaciones, los ojos abarcan todo lo que la oscuridad de la noche permite atisbar. Vuelve a la cama con el compañero y se hunde en el sueño, pensando en el día siguiente,  ella se percata de éste fin del invierno y sabe  que minuto a minuto, la primavera  se va abriendo paso, lenta, pero poderosamente.


 En la mañana del domingo, la mujer se levanta de buen humor y con hambre, el café compartido la espera y también las tareas de la tierra, regar un poco, quitar los yuyos de un pequeño jardín.

 Antes, esta señora decide encender  la radio, su marido la observa y le dice que ella no puede estar nunca desconectada, por más que lo intente, la mujer  sonríe y admite que es verdad, y no puede pasarse de escuchar la radio, como lo hacía desde que era niña. Una información de golpe la sorprende, para ella ya no era relevante: ese domingo se festeja en su país el día del niño y de la niña.

La mujer se queda quieta, el silencio del entorno le pesa  e inmediatamente vuelve a su memoria esa  niña que fue una vez, una niña distraída, dulce, una vocecita cantora, un ser que dibujaba y que era curiosa, una niña voladora.

 



Busca una foto en su archivo y aparece ella en un día de festejo,el jumper verde escocés, la reja de enfrente de su casa y ella junto a sus primos y amigos del barrio, -¡Mirá! --se dice- ¡Caroline y Paul, están en esta foto, Se la voy a mandar! 


La Caro está  trabajando por el momento en Paris, sin pensar, la mujer pega la foto en un wats app y la envía porque sabe que Caroline va a apreciar esa foto de pequeñas.




En la mañana de ese domingo el mensaje atraviesa el inmenso océano y del otro lado del celular la Caro se emociona y contesta palabras bonitas, está sola, pronto va a dejar su trabajo en Paris para viajar un poco antes del regreso a Argentina.

 La infancia las reúne a las dos mujeres en una linda charla.


Hablar y comunicarse es tan necesario para esta señora, contar cosas de su vida, sucesos que le han pasado, y que le acontecen día a día, la charla se hace larga, poblada de anécdotas de ahora y de antes.

 Caroline le cuenta que siempre detrás de los vestiditos con frunces de punto smock estaba su madre, tan francesa y hacendosa, aquella espléndida mujer flaca que cuidaba con esmero el jardín de su casa, de su marido de quien estaba enamoradísima y también de sus hijos,  y  sin embargo esta mujer que hoy cuenta estas cosas veía  a su madre como un personaje un ser que ella misma se había diseñado, una madre extranjera muy especial. -Mi madre ya no está,- dice Caroline como soñando, -la mía tampoco, murió muy jóven, ¿te acordás? ¡Todo nos ha costado tanto desde sus ausencias! Nos reímos y recordamos la hazaña de vivir en aquel barrio de calles de tierra en tiempos de hace mucho.

Y las dos, cada una con su celular, nos damos cuenta de que estamos juntas,  que nos estamos abrazando en un abrazo lejano, cercano, virtual y amoroso,  Que  ya somos grandes y que nos necesitamos, aunque más no sea para charlar un rato, para enviar una foto vieja,  para celebrar  entre las dos, en este día de agosto, el día de las niñas.